09 octubre 2007

El Abismo Negro (Tercera Parte)

De nuevo la historia se nos presenta rodeada de un halo de misterio. Por fin, en esta tercera parte, se nos desvela el mayor y más esperado secreto, centro de la temática principal del relato. Si has leído las demás partes, tu intriga habrá crecido considerablemente y necesitarás, de seguro, saber qué ocurre dentro de la nave Cygnus.


El Abismo Negro - Tercera Parte

El ascensor se detuvo poco después y la puerta se abrió, permitiendo al grupo contemplar la sala de la torre de mando.

La cabina de control de la "Palomino" era una insignificancia comparada con ésta. La inmensa sala circular mantenía alineados a su alrededor infinidad de paneles electrónicos que parpadeaban ininterrumpidamente, en una altura de dos pisos. Sobre sus cabezas, la bóveda transparente permitía ver el firmamento cuajado de estrellas y el abismo negro girando amenazador. El espectáculo era impresionante.

-¡Fabuloso! ¡Maravilloso! -repetía Durant, con unos ojos abiertos como platos-. Esos telescopios... esos paneles electrónicos... Las Pantallas... ¡Es magnífico!.

-Ya puede serlo, con el dinero que les costó a los contribuyentes -comentó Booth.

- No hables de dinero en estos momentos, Booth. Resulta tan mezquino ante una obra tan inmensa.

Katherine Mac Crae había avanzado hasta el centro de la sala. Vagas figuras se alineaban a lo largo de los paneles con una apariencia casi humana.

-¡Hola! -gritó-. ¿Pueden oírnos?.

Ninguna de las figuras se movió. Vincent se aproximó a la doctora para informar.

-Parecen ser una especie de robots, aunque carecen de sistema de comunicación. No entiendo la causa de por qué los construyeron tan primitivos, aunque he oído hablar de algunos así. Para mí resulta aterrador.

Las desdibujadas figuras que continuaban trabajando en los cuadros de control fascinaban a Kate. A aquella distancia la similitud a seres humanos era muy intensa, y los hubiera tomado como a tales a no ser por lo rígido de sus movimientos. Empezó a caminar hacia ellos, pero se vio detenida por una mano sobre su hombro.

-Quieta, Kate, hay algo mas ahí -dijo Dan.

El propio Vincent se sobresaltó ante el descubrimiento, escondiendo sus ópticas bajo el casco protector en un movimiento reflejo.

Una masa formidable se deslizaba hacia ellos, resultando más aterrador dado el silencio con que se movía.

Era un robot gigantesco, de un tamaño semejante a los que se utilizaban en la Tierra para trabajos rudimentarios y que requerían gran potencia; pero por la forma en que se dirigía hacia ellos, Holland dedujo que estaba dotado de alta capacidad mental. Robots de tal fuerza y con libertad de movimiento estaban totalmente prohibidos en la Tierra, por el riesgo que ello implicaba.

Que tal ley había sido ignorada en la "Cygnus" era evidente.

Tenía una sola óptica en forma de media luna que dividía en dos su cabeza cónica. El visualizador brillaba ahora con un color rojo intenso, el mismo con el que estaba revestido todo el poderoso cuerpo. Su actitud era tan amenazadora que el grupo empezó a retroceder hacia el ascensor.

Vincent se situó entre sus compañeros y la amenazadora figura. Apenas a un metro de distancia, la máquina roja se detuvo como examinando a su oponente, calculando la fuerza potencial que podría oponer.

Con los laser estropeados, el pequeño robot ofrecía una magnifica lección de valor. No retrocedió un milímetro, aguardando impasible lo que pudiera ocurrir.

-Es inconcebible -murmuró Durant-. Una nave flotando en el espacio con esa cosa al mando.

El monstruo se detuvo para girar la cabeza, observando así a quien había hablado.

-Una suposición un tanto temeraria, doctor Durant, sobre todo ignorando qué es lo que ha sucedido aquí.

-Vaya, después de todo habla -comentó Booth.

-No -respondio Holland mirando más allá del robot rojo-. Estoy seguro de que la voz no surgió de aquí.

-Observación acertada -continuó la voz-. Maximilliam y mis robots sólo hacen lo que les ordeno. Y de la forma que me parece adecuada.

Holland rodeó al monstruo y se dirigió al fondo de la sala de mandos sumida en la penumbra.

Una figura humana, se destacó entre las sombras.

-Bienvenidos a la "Cygnus", caballeros y... señorita. Disculpen mis modales, tal vez un tanto exagerados al recibirles, pero deben comprender que tenía que tomar mis precauciones ante su nave, modelo que me es totalmente desconocido, antes de tomar una decisión. Incluso ignoraba si eran humanos o no. Cuando lo averigué, tenia el deber de seguir mostrándome receloso, ya que asimismo ignoro qué ha podido suceder en la Tierra desde que yo partí. Al fin y al cabo esta nave sigue siendo responsabilidad mía.

La figura abandonó las sombras entrando en la zona iluminada. Era alto, con barba, con el cabello casi totalmente gris. Hizo un gesto al robot, que aún continuaba amenazante, y éste se retiró a un lado, permitiendo que el misterioso personaje y sus visitantes se encontraran frente a frente.

-¡Profesor Hans Reinhardt! -exclamó Booth-. Veo que continua aficionado a sus apariciones teatrales.

-Y usted a mojar su pluma en veneno. Recuerdo haber leído alguno de sus artículos antes de que la "Cygnus" abandonara la órbita terrestre. Para ser un individuo que se gana la vida con lo que escribe, es demasiado poco piadoso. Pero, claro, tan sólo los derrotistas, y los que hieren a los demás, llaman la atención del gran público.

-¿Cómo sabe nuestros nombres? -preguntó Holland, deseando interrumpir las frases hirientes entre ambos.

-Les observé desde que se aproximaron. Aunque no esperaba visitas en un lugar como este, no por ello dejo de estar prevenido para cualquier eventualidad.

La cara de Kate estaba muy pálida, con la emoción asomando a sus ojos. Si Reinhardt estaba vivo, era posible que su padre lo estuviera también.

-¿Doctor Reinhardt? -dijo Mac Crae con la voz temblorosa por la tensión.

-Mi querida niña, sé cuál va a ser tu pregunta, y lamento profundamente causarte este dolor; Sí, tu padre ha muerto.

La doctora acusó el golpe. Una cosa era considerar a su padre perdido en el espacio Y otra muy distinta tener certeza de su muerte. La mano cálida de Holland se posó en su hombro.

-Lo siento, Kate -murmuró.

-Un hombre de quien sentirse orgulloso -prosiguió Reinhardt-. Fue una dolorosa pérdida para mí. Además de un magnífico colaborador, fue un extraordinario amigo... el mejor de todos.

-¿Qué fue del resto de la tripulación? -preguntó Holland sin diplomacia.

-¿De modo que no consiguieron volver? -respondió Reinhardt con gesto dolido, como si esperara las palabras de Dan, pero no hubiera querido oírlas.

-No. ¿Qué quiere decir con "conseguir volver”?.

-Cuando recibimos la orden de regreso, unos querían hacerla efectiva de inmediato, mientras que otros..., yo entre ellos, considerábamos totalmente absurda esa decisión. ¿Qué sabían esos estúpidos políticos de la Tierra sobre ciencia? Tan sólo hablan de dinero, anteponiéndolo a cualquier otro asunto que no sea su propia ambición. Un político cualquiera tomó la decisión de suspender nuestra misión... así, sin más consideraciones. Fue entonces cuando tomamos una determinación. Los que quisieron regresar, lo hicieron en las naves auxiliares; mientras que los que prefirieron quedarse en la "Cygnus" (su padre entre ellos, señorita Mac Crae), permanecimos aquí. Fuimos muy pocos, tengo que reconocerlo, tan sólo su padre, otro profesor y yo.

Se encogió de hombros, antes de añadir:

-Y ahora soy el único superviviente.

La puerta del ascensor se abrió súbitamente, apareciendo Pizer escoltado por varios robots armados. Al ver a sus compañeros, su cara se alegró de repente.

-¡Hola, chicos! -Saludó-. ¿Habéis visto el agradable aspecto de mis acompañantes?.

-Lamento que mis guardias no tengan mayor sentido de la amabilidad, señor Pizer -dijo Reinhardt sonriendo-. ¿Tiene la bondad de unirse a nosotros?.

Después dio una orden seca a los robots que habían acompañado a Pizer para que se retiraran, cosa que hicieron de inmediato, demostrando una ciega obediencia. Holland apuntó el dato mentalmente para él.

-No queremos abusar de su hospitalidad, doctor Reinhardt, pero tenemos problemas con el sistema de regeneración de Oxígeno de nuestra nave y necesitamos algunos repuestos. ¿Podría usted facilitárnoslos?.

-Por supuesto, comandante. Tienen a su disposición todo nuestro almacén, aunque no sé si las Piezas que hay allí servirán para su nave. Al fin y al cabo es mucho más moderna que la "Cygnus» e imagino que alguno de los sistemas habrá cambiado.

-Puede ser, pero ya nos la arreglaremos.

-Estoy seguro de ello. Maximilliam les acompañará a nuestro almacén.

El robot inició la marcha hacia el ascensor sin que Vincent se apartara de su camino, produciéndose un curiosos enfrentamiento. El coloso empujó a su pequeño rival contra la pared con ánimo de aplastarlo.

-¡Basta ya, Vincent! -ordenó Pizer-. Señor Reinhardt, diga a su monstruo que se esté quieto.

-No es el tono adecuado para hablarme en mi propia nave -repuso duramente Reinhardt-.

Al cabo, ordeno a Maximilliam que cesara la lucha, para añadir en tono más amistoso:

-A veces pienso que Maximilliam no es más que un chiquillo grandote, que no mide bien sus fuerzas. En fin, me imagino que desearán visitar la "Cygnus"...

-¡Por supuesto! -dijo Durant apresuradamente-. Estoy ansioso por conocer sus sistemas.

-¿A qué es debido el campo antigravedad que hay en torno a la nave? -preguntó Mac Crae-. Es el fenómeno más extraño que he visto nunca.

-No se trata de un fenómeno, mi querida Kate. Desarrollé un complicado sistema para producir ese campo antigravitacional capaz de resistir las fuerzas más grandes. Le aseguro que me llevó muchos años de estudio y experimentación.

Booth examinó el curioso aspecto de los robots que manipulaban los tableros de mandos.

-¿También "éstos", son creación suya? Tienen una pinta muy rara, con esas máscaras de espejo delante de la cabeza.

-Así es, señor Booth. Ya les dije que tras la muerte del doctor Mac Crae me quedé absolutamente solo... y no soy tan inhumano como usted piensa. Yo también necesito compañía, así es que procuré darles el aspecto más humano que fui capaz.

Se acercó a ellos poniendo la mano con gesto amistoso sobre el hombro del que tenía mas cerca. El robot continuó su trabajo, sin dar la menor muestra de percibirlo.

-Si desean acompañarme les mostraré lo más fundamental de mi nave. Pueden hacer cuantas preguntas quieran.

Reinhardt escoltó a sus invitados alrededor de la circunferencia de la torre de mando, explicándoles la función de cada uno de ellos, y respondiendo pacientemente a cuantas preguntas le hacían, incluso aquellas que por su expresión consideraba tontas.

-Mientras muestra el resto de la nave a mis compañeros, nosotros preferiríamos ir primero al almacén de repuestos -dijo Holland-. ¿Puede ordenar a su robot que nos guíe?.

-Por supuesto, comandante -respondió el profesor, haciendo un gesto al monstruo rojo que, inmediatamente, se puso en marcha hacia el ascensor.

Al cruzar la puerta, empujó intencionadamente a Vincent, pero esta vez el pequeño robot no respondió a la provocación. Holland y Pizer entraron tras ellos; las puertas se cerraron, y el ascensor se puso en marcha silenciosamente.

Alex Durant estaba realmente impresionado, y no sólo por la magnificencia y alta tecnologia de la "Cygnus". Eran los descubrimientos del profesor Reinhardt lo que le dejaba sin habla. A bordo de aquella nave se había adelantado científicamente, gracias a un solo hombre, más que en toda la Tierra con sus miles y miles de cientificos. Era inútil que Booth tratara de quitar importancia a estos hechos, preocupado tan sólo en atacar al profesor y su conducta. De lo que no cabía la menor duda era de que Hans Reinhardt era un genio.

Escuchaba las explicaciones de las teorías del sabio con la misma devoción de un acólito que espera ser ordenado. Mac Crae se mostraba más reservada, aún reconociendo la enorrne valía de su interlocutor.

Maximilliam había conducido a Holland, Pizer y Vincent por debajo del nivel del corredor de aerocoches que cruzaba la nave. Ahora estaban en las profundidades de la enorme nave-ciudad, viajando a pie por un pasadizo mucho más estrecho, desde el que podían ver, a través de las bóvedas transparentes, parte de la superestructura.

Maximilliam se detuvo al fin junto a una puerta extendiendo el brazo. La cerradura chirrió un poco, cosa insólita en comparación con el suave funcionamiento de todas las restantes. La primera impresión que tuvo Holland, cuando pasaron al otro lado, era de que se encontraban en una zona raramente visitada. Hileras de estanterías cargadas de mercancía llegaban hasta el techo.

-Te diré lo que voy a hacer, Charlie dijo Holland-. Regresaré a la "Palomino” y empezaré a desmontar el generador. Creo que aquí encontrarás todo lo necesario. Cuando lo tengas, te reunes conmigo.

Inmediatamente, Maximillian se situó ante él para bloquearle la salida.

-No te preocupes por mí -dijo Holland, dando un cachetito a la imponente máquina. Sabré encontrar el camino. Tú preocúpate de buscar cuantas piezas necesitamos, ya sabes lo que dijo tu amo.

El robot permaneció indeciso cuando Holland salió rápidamente, perdiéndose pasillo adelante. Se notaba que estaba confuso sin saber qué decisión tomar. Pizer intervino de inmediato.

-Necesitamos válvulas de presión para aporte de oxígeno, primarias y secundarias, con unidades microordenadas incorporadas, y un controlador de fluidos con buena proporción de ECS..

De mala gana, Maximillian se puso en movimiento para cumplir lo que le pedían..

Continuará...

Khaya

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