17 septiembre 2007

Memorias de Mi Último Viaje!!

Hoy estoy un tanto filosófica para conmigo. No suele ser habitual, aunque para nada me resulta extraño. Tranquilos, no tengo intención de caer en el tedio ni de sentenciaros con un monótono y aburrido discurso. Sí, de esos de “paja y postín” que abarcan mucho y en realidad apenas contienen, a lo sumo, tres frases “jugosas” de las que se puede desprender alguna conclusión acertada sobre el tema al que hacen mención. Todo lo demás… aire!!

En fin… En este plan viajaba, obviando –al menos lo intentaba- los desagradables sonidos que producía el medio de transporte en el cual me desplazaba. [Parece mentira que en pleno siglo XXI la acústica, sobre todo en el centro de una gran ciudad, sea un problema. Somos más inteligentes, hemos evolucionado tecnológicamente, nos movemos con mayor facilidad y rapidez. Por qué, entonces, la contaminación acústica –la ambiental… sin comentarios- va en aumento?].

Entre torpes sacudidas y azarosos traqueteos -lo que me hizo recordar, de la manera menos grata, que tengo que conseguir sacarme el carnet (licencia) de una vez por todas. Me refiero al de conducir, por supuesto. Aunque siendo sincera, sería feliz yendo al trabajo en bicicleta; algo, por no decir más que difícil, prácticamente imposible-, mi imaginación dejó de navegar libremente por mundos afines para confabularse con mi propio pensamiento, lo que supuso que mi razón volviera al mundo terrenal.

Es decir, ante el inoportuno maremágnum de crecientes molestias en el que me vi envuelta, opté por despertar a la lógica y unirme al estrafalario cuadro que se mostraba ante mi, aún, adormecida mente.

Gentes de lugares diversos… razas, culturas y religiones dispersas… ancianos y jóvenes… camareros… altos ejecutivos… hombres… mujeres… Todos ellos poblaban, en cierta manera, el reducido habitáculo que conformaba el vagón en el que, por casualidades del destino, yo también me encontraba -por decirlo así- presa de las urgencias del tiempo y la rutina diaria.

Ante tales expectativas y viendo que -todavía- me restaba bastante trayecto por cumplir, preferí dedicar los siguientes minutos a observar, tan sólo por mera curiosidad, a mis fortuitos compañeros de viaje; personas que supuestamente no tenían nada en común salvo que compartíamos el mismo transporte.

La mayoría se mostraban silenciosos -más bien reservados-, con lánguidas caras e indefinida mirada. Otros, los más recatados -de maduras facciones- diría que hasta preocupados; pero en general todos, sin excepción, parecían fatigados y carentes prácticamente de toda ilusión. Personajes que poco a poco se volverán grises, a veces -incluso- monótonos y rutinarios, que vivirán el día a día sin darse cuenta de lo que les rodea, sin apenas tener conciencia ni disfrutar de su existencia, vidas robóticas a expensas de una sociedad que está perdiendo sus valores más profundos, su propia identidad.

Y de entre todos ellos, destacaba un joven de aspecto tímido, de media melena y cabello negro como el carbón. Me resultó de lo más intrigante pues el muchacho -yo diría que de unas veinticuatro primaveras- ostentaba, sin mala intención, la más hermosa, satisfecha, lucida y feliz de las sonrisas. Sus pensamientos le delataban pues, de vez en cuando, nos permitía entrever “sonoras gracias” que servían de aperitivo a las murgas de fondo, que sonaban bajo el incesante repiqueteo del tren en armonía con el ir y venir -continuo- de los viandantes a través del reducido vagón.

A partir de este momento, mi aspecto filosófico entró en juego. Alguna vez te has preguntado qué tiene de especial la vida? Por qué unos son felices y otros aparentan serlo? Qué hay de diferente entre las personas del vagón y cuánto tienen en común?

Estoy segura de que cada uno responderá según ciertos condicionantes. Ya sean las experiencias vividas, los atenuantes de la sociedad en la que vivimos y trabajamos, su propia situación en la vida… circunstancias… necesidades… hechos…

Hum, demasiadas cosas, verdad? Te invito a leer una poesía un tanto especial por el tema al que hace referencia. Es una adaptación de Jorge Luis Borges a partir de un poema de Don Herold. Es muy hermosa, sinceramente!!

Instantes
(autor: Don Herold, adaptación: Jorge Luis Borges)

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.

Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años...
y sé que me estoy muriendo.

Hermosa, verdad? Ahora ya sabes lo que tienen en común, y lo que no, las personas del vagón.

Recuerda… como dice cierta máxima latina: Carpe Diem!!

Khaya

1 comentario:

Anónimo dijo...

ESTAMOS A DÍA 20 ¡QUEEEÉ! NO NOS DEJARÁS UNA SEMANA SIN NAAAÁ. BESINOS. OKIS. CUIDATE