15 septiembre 2007

Mi Primer Blog

Bienvenido a este humilde y reservado espacio en la red donde intentaré desarrollar el arte más antiguo desempeñado con vehemencia por el hombre, principal y férrea base de la comunicación. Sí, efectivamente… me refiero, sin duda alguna, al noble privilegio de la escritura. Y digo “privilegio” pues aquellos que con desmedida soltura muestran gratas habilidades con la pluma, no son capaces de otorgarse el beneplácito que suscita la creación espontánea de “mágicas” letras formando un algo y un todo, tan sólo por el mero hecho de satisfacer, divertir o bien engrandecer nuestro propio deleite.

Aquellos que buscan aventuras arraigadas en la sociedad, a menudo fieles copias de un mundo caótico y gris, les recomiendo que sigan buscando. Pero si, en verdad, deseas adentrarte tras el umbral que se escuda bajo éstas, mis palabras, otorgando ligeras pinceladas de color a una casi oxidada imaginación… entonces, continúa leyendo.

Dicen que no toda distancia es ausencia ni todo silencio es olvido…

Lo dicen y yo… me lo creo. Pues, aunque mi patria esté más allá del horizonte que ahora honra mi mirada, aunque por única compañía -en cierta manera- mantengo la soledad de la mía propia y aunque los frondosos y verdes bosques -dejados atrás, en la distancia, muy a mi pesar- los he reemplazado por lánguidas y yermas extensiones de nada… de una gran tierra vacía…, yo sigo llevando “mi reino”, mi gente y mis costumbres (incluyo en ellas mi, cada vez menos, notorio acento) conmigo, en lo más profundo de mí misma; en un lugar donde los sentimientos alcanzan cordura, las lágrimas carecen de importancia y el olvido se hace latente.

Quizá por ello tengo necesidad de citar un texto de Juan José Plans, uno de los principales representantes de la mejor generación de escritores españoles. Y lo hago principalmente por dos razones concretas. Primero, porque me resulta un relato del todo hermoso. De principio a fin, traslada al lector a ese vetusto mundo literario -de consagrada imaginación- que todos, en nuestra juventud -quien más, quien menos-, hemos conocido y disfrutado. Y segundo, porque -al hablar de ella- me hace recordar mi propia ciudad. Menciona lugares en los que, también yo, se me antojaba vivir -si no las mismas- otras aventuras, creíbles y posibles a los ojos de una niña.

Disfruta su lectura!! (^_^)

Castillos de Arena

Nadaba algo alejado de la orilla, en la que las cabezotas olas seguían deshaciendo la lancha que había construido en arena mojada, cuando el ‘Nautilus’ emergió de improviso a mi lado lanzando como lo haría Moby Dick chorros de agua y vapor tan altos como la iglesia de San Pedro. Huyeron despavoridos los bañistas que estaban a mi alrededor, pero no yo, porque sabía que no era un monstruo marino y sí el más imponente submarino. Y una aventura más. Si poco antes, en la lancha de arena, blandiendo mi pala playera, como lo haría Jim Hawkins, me había enfrentado a los temidos piratas de John Silver el Largo, ahora lo haría a las serpientes de mar que decían aparecían todos los veranos. En compañía del profesor Arronnax, su criado -entonces se decía ‘criado’- Conseil, el arponero Ned Land y el capitán Nemo; quien, en otra ocasión, me ayudaría a salir de ‘La isla misteriosa’. Tras ver la Atlántida, sumergida frente a La Providencia, el que después se descubrió que era un príncipe indio destronado por los ingleses, me dejaría en el puerto, en la rampa de La Rula, recomendándome:

-Y ahora, a dormir -porque cenar, sí que ya había cenado: salmonetes a la parrilla, emperador con cebolla y salsa de cerveza y ostras crudas. Platos típicos en el ‘Nautilus’.
Lo que yo no sabía es que ya me había dormido leyéndome mi padre ’20.000 leguas de viaje submarino’.

En la playa, por aquellos años, ocurrían cosas así. Ahora, ya no. O a mí, al menos, ya no me ocurren. Tampoco se celebran en ella carreras de ‘bólidos’. Corrían por el Muro, bajaban por la rampa del Tostadero, cruzaban la playa -algunos se quedaban con las ruedas hundidas en la arena-, subían por la rampa de la Pescadería y otra vuelta más. Tampoco ya nadie se tira al río desde el puente. Ni se coloca, durante el verano, aquel otro puente de madera, era casi como el de Kwai, o eso me parecía, por el que se cruzaba el río sin tener que salir de la playa. ¡Y aquellas avionetas que soltaban pequeños paracaídas con regalos! Todos, pequeños y grandes, nos enzarzábamos por cogerlos.

Ahora, para que me ocurran cosas así, como lo del ‘Nautilus’, tengo que imaginármelas. Ya no oteo bergantines, ya no encuentro tesoros en las rocas, ya el faro no es el del fin del mundo, ya no cuento el humo de las chimeneas de los barcos que se iban con emigrantes a ‘las Américas’, ya no cruzo nadando la playa desde Casablanca hasta San Pedro, ya no juego al escondite escondiéndome en la primera caseta que se pilla. Como tampoco hay indios y vaqueros por las praderas de Mañitú. Ahora sólo son prados. Ni hay oquedad por la que bajar al centro de la Tierra. Ya en el cielo de la noche no aparecen platillos volantes. ¿Dónde están el capitán Blood o El Cisne Negro? Por el puerto, antes, me codeaba con todos los hermanos (que) eran valientes. Por Somió, con Ivanhoe; por Deva, con los Caballeros del Rey Arturo; por El Coto, con El Príncipe Valiente. Tenía, teníamos todos los de la pandilla, “viento en las velas”, creo que más en las de la mente que en las del cuerpo. Si mirabas al mar, veías al hidalgo de, pues eso, de los mares; si mirabas hacia las montañas, las nieves del Kilimanjaro, y más abajo al halcón, el de la flecha.

Sé la respuesta. Pero prefiero no decírmelas. Porque siempre me ha gustado ser un Peter Pan. Y, dejar de serlo, es un poco duro. Pero, cuando la playa sólo es la playa, el mar sólo es el mar, hay que reconocer que hay un tiempo, el más bonito, que se ha ido quedando atrás. Es cuando se llega a saber que, si uno escribe, es porque se ha dejado de vivir, sí, vivir, aventuras y, por lo tanto no queda otro remedio que imaginárselas para seguir viviendo. Por eso, en uno de mis libros sobre Gijón se roba el horizonte al Elogio, deambula el tercer hombre por Cimadevilla, viajo en compañía de una sirena a la catedral de Gijón, sumergida cerca de la playa. Y en otro un dragón, el Cuélebre, ataca a la ciudad. Y en otro un detective privado, fiel seguidor del Sporting, tiene que hacer frente a un asesino por las calles de la otrora villa. Y en otro…

En el fondo, es que me resisto a que mi horizonte se cierre como se está cerrando el de la playa de San Lorenzo, que es mi playa de toda la vida. En la que, cuando llegaba septiembre, quedando sólo las gaviotas a la orilla del mar, corría tan libre como ellas, y puede que hasta volara. Antes, mis aventuras, se las contaba a mi abuelo cuando íbamos por Cimadevilla en busca del amigo pescador que en sus lanchas nos daba una vuelta por el puerto, asomándonos algunas veces hasta la playa.

Ahora espero que mis nietos me cuenten sus aventuras. Y que, ahora, el abuelo soy yo. También tendré que contarles las mías. Pero las suyas, por vividas, serán mejores. Entre todos, haremos un buen castillo de arena. Y otro, y otro, y otro más. Hasta que se acabe la arena de los sueños. Porque todo está escrito. Sólo cambian los sueños.

PLANS, Juan José. “Castillos de arena”. El Comercio (Agosto 2007)

Cada uno sacará sus propias conclusiones del relato, es lógico; pero espero que estéis de acuerdo conmigo en considerar que ha sido hermoso, ¿verdad? (^_^)

Por cierto, pienso que todos deberíamos poseer un Peter Pan en nuestro interior. Y de esta manera no hacernos adultos para poder conservar, ágil y lozana, -y así no perder- nuestra imaginación!!

"Somos lo que nosotros deseamos, deseamos lo que nosotros soñamos, soñamos con lo que creemos y creemos en lo que somos"!!

Khaya

6 comentarios:

Anónimo dijo...

hola, un texto precioso en toda su extensión!!

Anónimo dijo...

Un relato hermoso, sí muy hermoso, la verdad!! Me ha gustado y me ha hecho recordad mi infancia!! Gracias!!

Anónimo dijo...

Es una historia francamente hermosa y tedire que compartimos los mismos sentimientos por nuesta tierra te felicito por ello y gracias a personas como tu que nos inculcan la fantasia podemos ver la vida de otra forma gracias y enorabuena..........

Anónimo dijo...

COMO NO!TENÍAS QUE HABLAR DE TU PARAISO SIN IGUAL "ASTURIAS" EN CONCRETO GIJÓN.ME HA GUSTADO MUCHO TU BLOG.ESPERO SEGUIR DELEITANDOME CON PENSAMIENTOS TAN PROFUNDOS Y QUE EN ARMONIA CON OTROS PENSANTES COMO TU, HACES QUE ESTE RINCÓN SEA TAN ACOGEDOR COMO UNA PEQUEÑA BUHARDILLA LLENA DE SORPRESAS.RECIBE TODO MI APOYO Y UN BESIN DE ESTA ASTURIANA QUE TE QUIERE. "MUCHA MIERDA" PARA ESTE BLOG. OKIS

Anónimo dijo...

Pequeña aclaración-> "Mucha Mierda" significa "Mucha Suerte"!! (^_^) Gracias por vuestros comentarios!! Me animan a seguir escribiendo!!

Anónimo dijo...

Yo era asidua en la playa de San Lorenzo de Gijón en la recigida de regalitos caidos del cielo en paracaidas que lanzaban desde una avioneta.Eran tirmpos tranquilos y maravillosos y se recuerdan con ternura y nostalgia quizá porque aún era una niña y tu blog me transportó de nuevo a la niñez.Sigue en esta línea y cuando vuelvas a tu ciudad natal te pediré un autografo.Muy bueno en general,ánimo y adelante. Tus seguidores te lo piden.Una fans.